23 agosto 2008

Historias de bares

- Soy un hijo de puta. O peor, un pobre tipo.
Así empezó Joaquín su monologo del otro día. El Gallego ya sabe, apenas entramos, lo que le vamos a pedir. Así que la hace fácil y directamente lo trae: cortado en vaso para Joaquín y para mí un exprimido de naranja primero y un café cargado al rato.
- Esa es la conclusión a la que llegué. Y estoy hecho mierda, me dice.
La situación es especial. Desde hace años, los viernes a la tardecita nos juntamos en el boliche de Scalabrini Ortiz con el único objetivo de hablar de fútbol. Al principio lo hacíamos los lunes, pero con el correr del tiempo aceptamos que ese día sólo daba para el análisis de la fecha que había pasado. Y a nosotros nos gustaba el fútbol en serio. Así que nos habíamos mudado a los viernes, ahí programábamos el partido que venía, discutíamos los videos del contrario, pasábamos revista al estado del plantel y parábamos al equipo en la cancha. Con suplentes y todo.
- Dale, desembuchá. No la hagas larga.
- Es así. Soy un desastre. Más desastre que La Volpe en Boca.
La situación era especial, porque no venía de fútbol la cosa y porque Joaquín no es de los que andan con vueltas, salvo cuando se trata de minas. Y casi nunca perdemos el tiempo hablando de mujeres. Hace rato aceptamos que es en vano entenderlas y entendernos.
- Se te enfría el cortado. Hablá o tomalo.
- Creo que me enamoro muy fácil. Siempre, pero siempre, eh, me enamoré fácil de todas.
- Y eso que tiene de malo.
- Pará, no me apurés. Te acordás mi primer novia? La de la escuela, Mariel.
- Me acuerdo.
- Que metejón tenía, puta. Era la mujer de mi vida. Me hacía la vida imposible la guacha. Pero como la quería. Hasta me ponía celoso del boludo de Costa, sólo porque vivía al lado de su casa. Estaba hecho un salame total. Hasta dejé de ir a entrenar al club. Que pelotudo…
- Aja. ¡Gallego, uno cargado!
- Me estás escuchando o estás mirando cómo juegan al billar? No importa. Yo sigo. Después me dejó, o la dejé, bah. Es lo mismo. Yo no quería dejarla, pero la dejé porque ella decía no querer dejarme, pero ya me había dejado. Un quilombo así.
El Gallego me trae el café. El Gallego no es gallego, sino correntino, pero heredó el apodo del mozo anterior, que se jubiló y volvió a Lugo después de 50 años a buscar a Lupe, su novia de allá. Así que una tarde de mayo, que llovía finito, decidimos en asamblea general reemplazar un Gallego por otro Gallego, nada más para continuar la tradición.
-Lo mismo me pasó después con la piba de Junín, con la Tana, con Ana y con todas. Me enamoraba al toque. Mucho. Tanto que duele. Incluso me enamoré así de Alicia. ¿Te acordás cuando fuimos a jugar el provincial una semana a Mar del Plata?
- Mseé.
- Bueno, ¿cuánto tiempo la vi a Alicia? ¿Cuatro días? Digo, entre que la conocí, me atreví a hablarle y salimos a caminar por la Rambla. De esa también me enamoré perdidamente. Me quería ir a jugar a Lincoln, nada más que para estar cerca de ella. Gallego, traeme otro.
- No veo adonde vas…
-A que yo pensaba que eso eran cosas de pendejos. Y que cuando fuera maduro se me iba a pasar. Hasta pensé que se me había pasado. Me puse de novio y colgué los botines. Me casé, enamorado, obvio. Armé una familia. Después se desarmó. Y acá estoy.
- Y? No te entiendo. Cuál es el drama?
- Que anoche estaba pensando, mientras miraba como una hermosa morocha bailaba un tango en la peña de Perón y yo me iba enamorado. Si siempre estuve enamorado de todas, ¿no será que nunca amé a ninguna de verdad? Por eso, y porque tengo ganas de salir a la cancha de vuelta, me siento un hijo de puta.
- Gallego… servinos un vino. El amigo vuelve al fútbol y hay que brindar.

8 comentarios:

Faco dijo...

Me sumo al brindis por Joaquín.

Anónimo dijo...

Miré usted que cosa... tan de repente me encuentro una vez más en una fría noche lluviosa, en un piso en las afueras de Barcelona y también sintiéndome un hijoputa (por feliz, distante, privilegiado y desdichado) recibo correo con un mensaje profundo y premonitorio que me lleva a la reflexión y por que no, al llanto silencioso. Ciertamente no por tristeza, sino por encuentro en la lejanía, quizás por nostalgia. Entonces, aún cuando Joaquín no sea Joaquín; ni el gallego, gallego; ni hoy aquel día; aún cuando Lincoln fue Lincoln y la morocha, morocha. Sabe que Mendieta? No hay nada que hacer... Si camina en cuatro patas, el pelo le cubre todo el cuerpo, mueve la cola y ladra: Por más que le busque la vuela es PERRO! ó PERRA!

Anónimo armónico, hermético hermanico.
Salud!

Ana C. dijo...

Uf, me encantan las historias de bares.

Anónimo dijo...

No le conocía esta faceta Mendieta, es genial.

A ver cuando una de redacciones hombre, son de puteríos.....

Mendieta dijo...

Gracias. Salud!

Primo Louis dijo...

Je, el jugador vuelve a la cancha? arriba!

{ § } dijo...

Scalabrini Ortiz... billar... Los Andes, definitivamente. Al ladito de mi vieja y nunca bien ponderada Esc. 4, D.E. 9, Provincia de Córdoba.

Ritorna vincitore a la cancha también, Mendieta, que se extraña la sangre caliente en la crónica política de estas pampas.

Mendieta dijo...

Pero claro! Si la historia fuera cierta, en caso de que no lo fuera, es en Los Andes.